A la mayoría de la gente… de los viejos debería decir (aunque no sea cierto) nos cuesta trabajo adaptarnos a los cambios que traen los tiempos… ¿A poco no?
Por lo menos parece que los jóvenes están más preparados para una vida de cambios constantes; yo los veo que con mucha facilidad cambian de apartamento, por ejemplo. Un día viven en una ciudad y a la siguiente semana en otra… y a mí que me da ¡una flojera cambiar de casa!, con el tilichal que sale a la hora de la hora; como que resucitan cosas que uno sabía que ya se habían muerto y estaban enterradas desde sabe cuándo; pues a los jóvenes no les cuesta cambiarse de casa, como no les cuesta cambiar de celular, de tele… Apenas sale un nuevo estilo de televisiones y allá salen de la tienda los muchachos cargados con aquellas pantallotas grandototas, que para que la portería esté más grande y la selección meta goles más fácil. Y uno que apenas, muy apenas le está encontrando el modo al control remoto de la vieja… qué esperanzas que vaya uno a querer cambiarla… (La tele sonso, la tele). De los celulares ni se diga, con trabajos sabe uno contestarlos… La primera vez que recibí una llamada lo traía en la bolsa de la camisa y no sabía que aquella cosa también vibraba y yo pensé que me estaba dando un ataque al corazón… por poco me da…me cae que casi me caía.
Los jóvenes se adaptan fácil, porque crecieron acostumbrados a más cambios. Desde niños empezaron a cambiar de juegos a cada rato: que del atari al nintendo, del nintendo a pleiesteicion, y en cuanto sale un juego nuevo, hasta se desvelan para cambiar el viejo… ah, porque eso también tienen: ahora los muchachos crecen acostumbrados hasta cambiar de papás y de mamás con facilidad… uno que esperanzas… más bien lo cambiaban a uno…
Los viejos crecimos con pocos cambios. La casa era simplemente “la casa”; hasta que se casaba el muchacho o la muchacha se cambiaban a otra. Los juegos, eran los mismos para todos. No cambiaba uno, y esos juegos habían sido de nuestros padres y de nuestros abuelos… que “los encantados”, que las canicas, que el trompo, “el júntate don dos”, hasta “la roña” había sido de los abuelos y tantos otros juegos que nos divertían y no cambiamos… Qué esperanzas que fuera uno a andar estrenando juego a cada rato. Ni siquiera zapatos y ropa estrenaba uno tan fácil como ahora los muchachos… Otra cosa que no cambiábamos los viejos eran nuestros equipos de fut bol, nuestros jugadores, nuestros ídolos. Hoy le echas porras a un jugador en una temporada y a la siguiente le echas la viga, porque anda de contrario metiéndote goles a tu portería.
Los jóvenes han crecido más acostumbrados a los cambios; Los viejos somos más renuentes a los cambios… sobre todo más lentos para entender y adaptarnos a los cambios de la tecnología moderna, nos llegó tarde.
Tengo un pariente ya mayor al que le gusta vivir retirado y solitario, ni siquiera celular ha querido comprar. Un día le regalaron uno y nomás le duró un mes. “Con esa fregadera donde quiera me encuentran y nomás para pedir favores” Dejó el celular.
“Es que vives en otro estado y a veces quiere uno comunicarse contigo”
“Yo les llamo. Yo presiento cuando hay algo importante, yo les llamo” Y sí llama y hay que oírle repetir las mismas historias hasta que se le acabe el tiempo a la tarjeta.
Como ya está viejo y pensionado, en un hospital lo convencieron unas enfermeras de que tomara unas clases de computación. Las tomó, porque las enfermeras estaban simpáticas y es bien “volao” el viejillo y porque le gusta leer y le enseñaron que había libros que se conseguían más fácilmente digitales que de tinta y papel. Inmediatamente le empecé a insinuar que los correos electrónicos eran más convenientes que las llamadas por teléfono, que salían más baratos y a la hora que llegaran eran bien recibidos y que las llamada no siempre llegaban a horas oportunas… Le expliqué como empezar un correo con su nombre y le di mi correo e hice que lo anotara.
Tanto le estuve insistiendo que hace unos días me dijo, de buenas a primeras: “Ya te mandé un correo de la computadora” Confieso que no se la creí, pero de todos modos, a la primera oportunidad revisé mi computadora y nada…No le di mucha importancia, pero ¿Qué vas que me trajo el cartero el otro día? Sí, escribió bien el correo electrónico, lo imprimió, o se lo imprimieron, lo puso en el sobre y lo mandó por correo. Hasta con toda aquella cortesía que aprendimos en la escuela: “…que al recibir la presente en sus manos se encuentre gozando de cabal salud, que la que de aquí se despide me deja bien. Y después de saludarlo paso a decirle lo siguiente….”…Luego de la formal instrucción, aprendida desde la primaria, seguía lo normal: “vieras que ya le estoy entendiendo a esta fregadera de los imails, no es tan trabajoso, compre un libro de estampillas para estarte mandando seguido…”
Tampoco el modo de escribir las cartas cambió para los viejos, ni el modo de platicar las cosas que te estoy contando…
Por algo dicen que es difícil enseñarle trucos nuevos a un perro viejo…