«EL COYOTE»

A nadie le he platicado esto, de veras, nomás a usted se lo voy a contar, porque después de tantos años, de un de repente me empezó a dar vueltas en la cabeza, y ya cuando las cosas pasaron, a los muchos años se da uno cuenta claramente de lo maje que fue uno…, no que aiga mejorao mucho, pero sí alcanzo a ver que estaba más tapao antes…

Yo estaba muy chico cuando tuve que correr pa’l norte. Lo único que sabía del norte era que estaba cerca de Algodones, porque ese pueblo lo nombraba mucho mi papá cuando había ido que dizque a las contrataciones y que allí los pasaban al norte, y pa’llá endilgué.

Desde que llegué a Algodones me acordé de lo que decían: que allí andaba uno todo el tiempo con el Jesús en la boca, por eso desenredé de entre los escapularios un Cristo que traiba y me lo metí a la boca; al rato noté que las babas me salían verdes y la saliva sabía re feo, luego oí que unos del pueblo dijeron: “pobrecito, está mensito” y vi que no era cierto eso de que todos andaban con el Jesús en la boca, más bien, nadie traía al Jesús en la boca, por lo que mejor me saqué el Cristo de la boca.

Yo andaba todo el rato agachado, porque no quería que nadie me reconociera, si alguien se me quedaba viendo un ratito, luego luego pensaba que ya me iban a cargar a la cárcel. Hasta mucho después supe que no había matado a nadie; ni el Chón ni la Juana se habían muerto, que las cortadas que les hice no les dieron más que una infección por lo mojoso del cuchillo viejo que agarré de abajo del colchón de la cama de mi apá, yo creo que él ya ni sabía que tenía ese cuchillo allí, pero yo sí sabía… Por lo menos desquité mi coraje con la coqueta y con el mal amigo, pos, si ella tenía que saber que era mi novia, si desde chiquillos habíamos jugado juntos, si ella  no salía de la casa de nosotros; que si su apá tenía terrenos, pos pa’ eso iba a trabajar yo, para hacerme rico como ella, que si ella era mayor, pos yo ya estaba creciendo, si ya iba a cumplir los 14 años y todos decían que me veía más viejo…

Lo que vi en Algodones era que estaban rete chulas las muchachas y había rete hartas y andaban sueltas…  y yo peleando por una allá en el rancho…   Eso en cuanto eso.

Yo venía a pasar pal otro lado y ni siquiera sabía para dónde quedaba ese mentao “otro lado”. Todo lo que había oído era que allí había que buscar un coyote para que le ayudara a uno a pasar pal norte y eso sí lo veía poco más que difícil, porque dónde iba a haber coyotes allí en el pueblo entre la gente. En ese tiempo todavía no tenía licencia Santo Toribio para pasar gente al otro lado, o uno no sabía, porque nomás conocía uno al Señor de los Rayos y a la Virgen del Perpetuo Socorro  y con ellos se aventuraba la gente, ora dicen que con ese santito todos pasan rete fácil.

Ya tardecito, como que el pueblo se quedó medio solo, las gentes se han de haber metido a sus casas a comer y andaba yo para las orillas del pueblo cuando por fin vi un coyote, al principio creí que era un perro, pero no, en el puro andar se distingue hasta de lejos un coyote de un perro y luego luego dije: este es el coyote que me va a pasar pal norte, yo creo que todos los coyotes han de vivir en el norte, o sabrá por qué decían todos en el pueblo que había que pasar con coyote. Lo empecé a seguir. Al principio como que me desconfiaba, se paraba, volteaba y me miraba, pero yo creo que entendió lo que yo buscaba, porque de repente agarró un trote, que hasta me costó trabajo seguirlo… y ai voy siguiendo al coyote que me iba a pasar al norte, y él que da vuelta pa un lado y yo también, y él que se para y yo también y otra vez al trote hasta que anduvimos un buen rato. Ya ni se veía el pueblo, lo que sí hacía era un calorón muy fuerte y yo no creía que anduviera en el norte, porque en el norte no debería de hacer calor. Cuando menos acordé, el coyote se detuvo, paró las orejas y de repente al dar vuelta a un paredón, se apareció un hombre de ley con un sombrerito medio raro, estaba recargado en su camioneta viéndome con una cara sonriente…

–“Tú sí agarrar buen coyote… ¿a dónde ir?”

– “Pal otro lado”

“Al otro lado te vas a ir si sigues por ese camino ¿sabes cuántos se han muerto por ese camino en este mes? ¿Es tu primera vez? ”

Le dije que sí y me dijo que me juntara con otros, con alguien que supiera caminos buenos, que eran peligrosos esos caminos, que buscara uno de los mentados coyotes. Mi coyote todavía estaba allí con las orejas paradas oyendo lo que platicábamos, voltié a verlo y el hombre del sombrerito se rio, se subió a su camioneta y se fue…se fue riendo

Me quedé bien destanteado; hasta el coyote había desaparecido, no se veía ni un alma por ningún lado. Me arrimé a la sombra rala de unos garruños y me puse a ordenar los pensamientos. En eso vi que allá lejos venían unos seis u ocho pelaos, medio agazapos y casi al trote. Me dio gusto y les salí al camino y me enteré que iban pa’l norte, pero apenas, me les había pegado cuando se me arrimó uno haciendo preguntas y luego que me vio que no llevaba nada, me dijo que no fuera menso…

“¿Ves aquel cerro? Cuando lleguemos ahí, iremos a la mitad del camino..¿ontá el agua, ontá lo que vas a tragar? Pa’ que te nos mueras al rato. Devuélvete y agarra provisión y le calas con otros”

Otro me dijo que sí era cierto, que no fuera tan menso y vi que todos llevaban morrales y mucha agua, hasta en bolsas de plástico amarradas y cargadas en morrales…con eso que uno estaba acostumbrado a que en el cerro comía uno lo que se atravesaba y bebía agua de donde se pudiera…

“Este tarugo no sabe los que es el desierto… por ahí va a quedar, ya venía trasijao”.

Me devolví medio triste, pero alcancé a ver que tenían razón. Al puro voltear alcance a ver que, el pueblo se podía adivinar, pero muy retirao pa’ atrás, y en cuanto voltie otra vez a ver los caminantes ya iban lejos, y es que se caminaba a un paso casi como a trote de coyote, de modo que de pronto me vi otra vez solo en aquella inmensidad y sin coyote esta vez. Como que las cosas eran muy diferentes acá…

Apenas estaba tratando de recolectar los pensamientos para ver lo que iba a hacer cuando apareció, de no sé dónde, la camioneta del amigo policía del sombrerito raro. Me reconoció y me dijo medio burlesco: “Otra vez tú, y ¿dónde estar tu coyote?”, porque hablaba medio media lengua como chiqueao. No esperó que le respondiera, nomás me dijo que allí lo aguardara, que no me fuera a mover para ningún lado, me aventó una botella de agua y se fue zumbao. Al rato pasó con los compañeros que habían pasao antes, los traía a todos apretaos en la camioneta, yo dije ora sí ya no van a caminar, pero iban todos agüitaos, ni me contestaron cuando les saludé con el sombrero, ni siquiera movieron las manos, yo pensé que me iba a levantar a mí también, pero pasó en friega. Otra vez me refugié en una sombrita rala y con el calor me quedé bien dormido. Desperté cuando oí el portazo de la camioneta. Me subí y nos fuimos casi sin platicar, nomás a veces volteaba, me veía, mecía la cabeza y se reía… “agarraste buen coyote” decía a cada rato y soltaba la risa. Esa noche la pasé en su casa. La señora me atendió con mucha bondad, no hablaba castellano, ni los muchachillos. Casi no pude pegar el ojo esa noche y muy temprano nos subimos a un carro, ya no andaba vestido de policía y me llevó a un rancho que se llamaba Chino y me dejó con su hermano que tenía vacas. Le platicó que yo había pasado con coyote y se rieron y los 15 años que pasé ordeñando vacas casi nadie me conoció con otro nombre que no fuera El coyote. Allí aprendí los modos del norte y hasta la lengua aprendí. Allí empecé también a arreglar el jardín de la casa del patrón, luego el de otras casas y cuando me cansé de ordeñar vacas me dediqué a esto de la jardinería y aquí ando… ¿cómo la ve?

Hacía dos años que aquel hombre cortaba el pasto frente a mi casa, me lo recomendó un vecino. “sale mejor que hacerlo uno mismo y es muy bien hecho” Por alguna razón yo me quedé con la impresión de que era samoano o cambodiano o loque fuera, pero no creía que fuera mexicano. Las pocas veces que cruzamos palabras lo hicimos en inglés mocho… y ahora me daba cuenta que era mexicano y que tenía una historia, historia que quiero compartir contigo, porque creo sinceramente que es cierta, ya que no tenía ningún motivo el jardinero para inventarla, es más, no podría haberla inventado el jardinero… si no hubiera inventado yo al jardinero…

Salud y saludos…

EL PILÓN:

Recuerde el hippie dormido
avive el seso y despierte
contemplando
como da vueltas la vida
como en el mundo se advierte
que otra vez está pasando
que la juventud del mundo
con vehemencia pide cambios
y es, como fuimos nosotros:
valiente, audaz y rebelde.

Igual que allá en los sesentas nosotros nos rebelamos contra la hipocresía, la injusticia, la desigualdad y los malos gobiernos… hoy, ya viejos, vemos a estos jóvenes con la misma desconfianza que entonces nos veían a nosotros… Que si son manipulados, que si no saben lo que quieren, que no es ese el camino… Los que ya pasamos por allí, deberíamos de apoyarlos, o callarnos la boca, pero no criticarlos…. Nomás que el cambio no puede venir de la noche a la mañana. Los que pudimos luchar por mejores sistemas educativos no lo hicimo… y el verdadero cambio en el mundo sólo puede vernir como fruto de una mejor educación… y lo que se ve cada día es todo lo contrarios…. deseducación y desinformación…..  Lo dicho… no se trataba de dejar un mundo mejor a nuestros hijos, sino mejores hijos al mundo

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Acerca de licvidriera

Leo, medito, escribo, vivo y escribo en la eternidad
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2 respuestas a «EL COYOTE»

  1. miguel angel casillas baez dijo:

    Saludos, estimado lic. gusto da leerte en estos insólitos artificios exportados desde el averno. saludos.

    • licvidriera dijo:

      Gracias Lic. Como ves, no se me ha quitado el vicio de escribir, pero tampoco he mejorado mucho, sigo muy avorazado, …. y guandajo con las frases….como en El Diario de los Altos. Saludos

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