“Me rebelo indignada con todo el veneno de mi odio, o con todo el incendio de mi amor —no lo sé todavía— en contra del privilegio que constituyen todavía los altos círculos de las fuerzas armadas y clericales”.
“A Perón y a nuestro pueblo les ha tocado la desgracia del imperialismo capitalista. Lo he visto de cerca en sus miserias y crímenes. Se dice defensor de la justicia mientras extiende las garras de su rapiña sobre los bienes de todos los pueblos sometidos a su omnipotencia… Pero más abominables aún que los imperialistas son las oligarquías nacionales que se entregan vendiendo y a veces regalando por monedas o por sonrisas la felicidad de sus pueblos”.
Evita Perón fue muy amada por muchos…y muy odiada por otros… Aún hoy sigue siendo centro de controversias y polémicas. La más reciente estalló hace unas semanas cuando un destacado neurocirujano argentino llamado Daniel Nijensohn, profesor honorario en la Universidad de Yale, en Estados Unidos, publicó un estudio en una prestigiosa revista especializada, donde sostiene que Perón ordenó que se le realizara una lobotomía a su esposa, poco antes de morir, para “modificar su personalidad”. Según el mismo experto “La operación llamada lobotomía prefrontal era indicada para tratar enfermedades psiquiátricas, para calmar dolor severo del cáncer y para modificar la conducta y personalidad en individuos violentos y belicosos”, Algo que sólo podría haberse realizado con aprobación de su esposo Juan Perón.
Evita ya enferma, al ver que el tiempo se le terminaba, se estaba volviendo más agresiva en sus discursos, pero, según el experto citado, “Lo que inició la cadena que terminó en la lobotomía fue la compra de armas al príncipe Bernardo de Holanda, en septiembre de 1951, para comenzar a entrenar a milicias obreras”. Evita habría hecho esto sin el conocimiento de Perón.
A principios de 1950, los médicos habían descubierto que un cáncer en pleno desarrollo amenazaba seriamente su salud y procuraron convencerla de que iniciara un severo tratamiento. Pero Evita, empeñada en que nada obstruyese su actividad, desechó las advertencias y siguió trabajando. El avance de la enfermedad fue implacable, y en noviembre de 1951 intensos dolores obligaron a internarla, aunque ya era tarde para detener el mal.
Debilitada por la anemia y sostenida por fuertes dosis de calmantes aparece por última vez en público el 4 de junio de 1952, cuando Perón iniciaba un nuevo período en la presidencia de Argentina. Un mes y medio después, a las 20:25 del sábado 26 de julio, murió María Eva Duarte de Perón, «Evita», para el pueblo.
La noticia sacudió al país entero. En Buenos Aires cines y teatros cerraron sus puertas, así como bares y otros centros de diversión. Era el comienzo de unas exequias que asombraron al mundo: durante dos semanas más de dos millones de personas desfilaron ante el féretro protagonizando desgarradoras escenas, en una demostración de dolor popular con pocos antecedentes en el mundo.
Posteriormente su cadáver, embalsamado fue colocado en un túmulo mortuorio en la sede de la Confederación General del Trabajo, la central de los trabajadores argentinos en Buenos Aires. Allí estuvo hasta que en 1955 -desalojado el peronismo del poder por un movimiento militar- un grupo de civiles y militares lo hizo desaparecer. Hasta que fueron entregados a Perón en Madrid, España el 3 de setiembre de 1971.
La devoción con que la recuerda el pueblo confirma una de las convicciones que Eva expresó con respecto a sus descamisados, poco antes de morir: “Ellos siempre me tendrán presente porque siempre habrá injusticias y entonces regresarán a mi recuerdo todos los tristes desamparados de esta querida patria”.
Eva Duarte de Perón, llamada Evita Perón; nació en Los Toldos, Argentina, en 1919. Murió a los 33 años en Buenos Aires, en 1952. Quedó huérfana de padre siendo pequeña y vivió pobremente en su pueblo natal hasta que a los dieciséis años huyó a Buenos Aires. En la capital argentina trabajó como actriz en pequeños locales y en la radio, y a partir de 1935 comenzó a gozar de cierta popularidad, aunque sus papeles carecían de relevancia.
En tales circunstancias conoció al coronel Juan Domingo Perón, con quien inició una relación íntima y se casó en 1945. Este mismo año, Perón fue destituido de sus cargos de la secretaría de Trabajo y de la vicepresidencia de la nación y confinado en la isla de Martín García. Entonces mostró Eva su gran energía y carisma para conectar con los sectores nacionalistas del ejército afines a su marido y con los trabajadores, que se habían beneficiado de las medidas sociales impulsadas por Perón desde su puesto. No sólo sacó a Perón de prisión, sino que lo llevó a la presidencia.
A pesar de la popularidad de que gozaba, ella no aceptó ningún cargo oficial. Prefirió impulsar una política social desde la presidencia de una fundación que llevaba su nombre. Financiada con fondos públicos, la Fundación Eva Perón repartió ayudas sociales a los más necesitados y siempre luchó por los pobres. Ayudó a organizar el movimiento de los trabajadores o sus “descamisados”, como ella les llamaba, y consagró el derecho al voto de la mujer.
Por eso y por ser una inspiración, ya que no sólo fue una cenicienta que en su corta vida pasó de la pobreza extrema al poder y la gloria, sino una que fue una mujer entregada a las causas de los de pobres… por eso y más el pueblo argentino la recuerda con cariño… aunque no falten quienes la sigan odiando.