PRIMER ESCÁNDALO DE FAMOSOS EN CALIFORNIA
Pedro Fages (1734-1794) Soldado y explorador español. Oriundo de Cataluña, se unió a los voluntarios de Cataluña en Barcelona en 1767 y participó en la expedición de Sonora de 1767-1771 en México. En 1769 participó en la expedición de California del gobernador Gaspar de Portolá. Entre 1769 y 1774, Fages participó en la Fundación de San Diego, la marcha a Monterrey en que se les dio nombre a muchos lugares de California y el descubrimiento de la bahía de San Francisco. Fages fue el descubridor de los Valles Central y San Joaquín. En 1774, escribió Una historia, política y descripción Natural de California, un importante relato etnográfico de la zona con referencias a su flora y fauna.
Entre 1774 y 1778, Fages comandó la segunda compañía de voluntarios catalanes en Guadalajara. En 1776 se casó con Eulalia Callis, hija del capitán de la primera compañía de voluntarios de Cataluña. En 1778 Fages sirve en Sonora, donde en 1781 comandó tropas en la campaña del río Colorado contra los indios de Yuma que había destruido a un puesto avanzado español en la confluencia de los ríos Gila y Colorado. En 1782 fue el primer europeo en llegar a San Diego cruzando el río Colorado. Se desempeñó como gobernador de California primero de 1770-74 como comandante militar y gobernador, y después en un segundo periodo de 1782 a 1791, un tiempo generalmente Pacífico del construcción de Misiones…. pero este aventurero y valiente explorador, a quien apodaban «El oso» por su afición a la cacería de osos, donde no tuvo mucha paz fue en su casa… allí enfrentó a un poderoso enemigo: su esposa. Resulta que…..
Cuando don Pedro Fages fue a Alta California por segunda vez como gobernador, Doña Eulalia y su hijo Pedrito se quedaron Sonora. Don Pedro le escribió cartas a Eulalia… pidiéndole primero, rogándole después, que se fuera a vivir con él a Monterrey, California… las cartas ya demuestran quién mandaba en casa. Luego, Don Pedro le escribió al capitán José Antonio de Romeu en Sonora para “que usara su influencia” para convencer a Doña Eulalia a venir a vivir a California. Doña Eulalia al principio se negó, pero cuando personajes como Felipe de Neve y Romeu, le aseguraron que Alta California no era enteramente bárbara, ella consintió viajar para estar con su marido. Un capitán la escoltó hasta Loreto, a donde llegó en mayo de 1782 y donde la esperaba Don Pedro.
Entre julio de 1782 y enero de 1783, Doña Eulalia hizo el largo viaje de Loreto a Monterrey. Todo el viaje fue algo de fantasía, un trayecto real, porque hubo una sucesión de recepciones en su honor dadas por los misioneros, soldados de los presidios, colonos y hasta los indios mismos la aclamaban. Su llegada a California fue un gran evento. No sólo se trataba de la esposa del gobernador, sino que era también la primera dama de rango y sociedad que jamás había visitado la provincia. Sin embargo Doña Eulalia pudo haber disfrutado de las atenciones que llovían sobre ella, pero estaba sorprendida al ver las condiciones que encontró. En particular le afligía ver tantos indios de ambos sexos desnudos y de inmediato comenzó a regalar prendas de su guardarropa y prendas de vestir de Don Pedro, hasta que don Pedro tuvo que decirle que si regalaba su ropa no la podría reponer. No había tiendas entonces en Alta California… ni malls, ni siquiera swapmeets. por ese tiempo había unos 600 españoles y mexicanos en California. Doña Eulalia ya no regaló su ropa pero siempre tuvo una bien merecida fama de caritativa.
Se las arregló doña Eulalia para “soportar” la vida en Alta California hasta que nació su hija (3 de agosto de 1784). Entonces ella anunció que ya había tenido suficiente, estaba harta de California… y empezaron los problemas.
Como no pudo convencer a Don Pedro por las buenas que le permitiera a ella y a sus hijos regresar a la nueva España, Doña Eulalia recurrió al chantaje contra esposo, el gobernador de Alta California. Lo desterró de la recámara matrimonial. Durante tres meses le hizo mantener su distancia, apenas si le hablaba un poco cuando era muy necesario.
Como don Pedro no se rindió a los chantajes de su esposa, que lo mantuvo por meses fuera de la alcoba matrimonial, doña Eulalia empezó a sospechar, y finalmente se convenció a sí misma, aunque sin motivos justificables, que Fages se entendía muy bien con una criada indígena. Y un día salió a la calle gritando que don Pedro la engañaba y que quería el divorcio. Los frailes intentaron aplacarla y le aseguraron que no había ningún motivo para un divorcio. Ella respondió que prefería ir al infierno antes de que volver con su esposo. Los frailes le recomendaron que se estuviera en su casa en reclusión y que dejara de hablar de infidelidades de su esposo que no eran ciertas.
Parece que el incidente ocurrió en febrero de 1785 cuando doña Eulalia vio a su esposo que andaba cerca de la habitación de la sirvienta, pero él aseguró, y todos los que lo conocían se lo creyeron, que solo estaba tratando de despertar a la susodicha.
Poco después de eso, Don Pedro tuvo que hacer un viaje oficial al sur. Por lo tanto encargó al padre Noriega, superior de la misión, que cuidara de Doña Eulalia en la misión San Carlos durante su ausencia. El Padre Noriega consintió y mandó por Doña Eulalia y sus hijos, pero ella se negó a ir a vivir a la misión, se encerró en su habitación con sus hijos. Allí fue donde Don Pedro, ya cansado, demostró su genio. Rompió la puerta de la habitación y le dijo a doña Eulalia que si no iba por su voluntad a la misión, la amarraría y la llevaría a la fuerza.
Doña Eulalia tuvo que permanecer en la misión durante la ausencia del gobernador, pero hizo que los frailes pagaran su humillación. Durante su estancia en la misión no pudieron controlarla. Hasta en la misma capilla hacía sus berrinches ante el escándalo de los fieles de la misión. De hecho, los frailes a los que ya les había colmado la paciencia llegaron a amenazara con azotarla en público y encadenarla. No lo hicieron, pero ganas no les faltaban. Finalmente, después de una pelea de un año, Fages y su esposa se reconciliaron, en septiembre de 1785. El gobernador lo deseaba, porque en realidad estaba enamorado de Doña Eulalia. Y ella al final tuvo que reconocer que sus acusaciones contra el buen Pedro Fages eran infundadas y consintió hacer las paces y volver a él.
Ya no se volvió a hablar de problemas de alcoba entre ellos, pero Doña Eulalia no dio paso atrás en su intento de escapar de la Alta California. Un mes después de su reconciliación escribió una petición a la Audiencia de Guadalajara pidiendo el retiro de Fages con el supuesto pretexto de su mala salud. Don Pedro supo de la petición cuando ya había sido enviada, pero logró interceptarla. La historia no dice lo que sucedió mientras tanto en la casa del gobernador, pero al parecer, Doña Eulalia, finalmente ganó el pleito.
A principios de 1790 el mismo Fages pidió ser relevado. Su petición fue concedida, y José Antonio de Romeu fue nombrado en su lugar. En el otoño de 1790, en cuanto la noticia llegó a Monterrey, Eulalia y sus hijos tomaron el barco de San Blas y dejaron la provincia. A Fages le dijeron que él no necesitaba esperar la llegada de su sucesor, pero se quedó otro año, hasta octubre o noviembre de 1791. Probablemente se unió a su familia en la ciudad de México y se supone que murió en 1796.