ALFREDO ESPINO
Poeta Salvadoreño 1900-1928
Nació Alfredo Espino en el Departamento de Ahuachapán, zona occidental de El Salvador, en el año de 1900. Hijo de Enriqueta Najarro, maestra por vocación, y Alfonso Espino, poeta, de manera que Alfredo, creció en un hogar que respiraba poesía y amor al arte, otro de sus ocho hermanos, Miguel Ángel Espino, también fue escritor.
Alfredo Espino estudio Jurisprudencia en la Universidad de El Salvador. Se doctoró en 1927 y poco después, cuando apenas contaba con poco más de 28 años de edad, cometió suicidio en San Salvador, el 24 de mayo de 1928. El hecho aconteció en una de sus crisis alcohólicas, consecuencia de su vida disipada de bohemio. El suicidio fue algo que parece contrastar con esa alma tan sensitiva y amante de la vida y la belleza sencilla, que aparece en sus poemas, donde Alfredo Espino le canta a su tierra, a las cosas sencillas, los árboles, los frutos, el aroma de la noche, los colores, los niños, lo maternal. Especialmente le canta a su región de Cuzcatlán, con imágenes de gran poder descriptivo y plasticidad que abundan en sus versos libres, romances y sonetos.
Sus restos mortales, sepultados en primera instancia en el Cementerio General de San Salvador, fueron después trasladados a la llamada Cripta de los Poetas, en el camposanto de los Jardines del Recuerdo.
Su único libro es Jícaras Tristes, es una recopilación de 96 poemas y fue publicado póstumamente, gracias a su padre y varios amigos, bajo el visto bueno de Alberto Masferrer. Aunque es uno de los libros más editados, leído y comentado en su país, Espino no ha sido estudiado a fondo o analizado en su expresión.
Un ejemplo..
El cañal no se enguirnalda,
como los mares, de espumas;
sus flores más bien son plumas
sobre espadas de esmeralda…
Por las floridas barrancas
pasó anoche el aguacero
y amaneció el limonero
llorando estrellitas blancas.
Andan perdidos cencerros
entre frescos yerbazales,
y pasan las invernales
neblinas, borrando cerros…
Y para felicitar o recordar a las Madres en su día, del mismo poeta….
LAS MANOS DE MI MADRE
Manos las de mi madre, tan acariciadoras,
tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras.
¡Sólo ellas son las santas, sólo ellas son las que aman,
las que todo prodigan y nada me reclaman!
¡Las que por aliviarme de dudas y querellas,
me sacan las espinas y se las clavan en ellas!
Para el ardor ingrato de recónditas penas,
no hay como la frescura de esas dos azucenas.
¡Ellas cuando la vida deja mis flores mustias
son dos milagros blancos apaciguando angustias!
Y cuando del destino me acosan las maldades,
son dos alas de paz sobre mis tempestades.
Ellas son las celestes; las milagrosas, ellas,
porque hacen que en mi sombra me florezcan estrellas.
Para el dolor, caricias; para el pesar, unción;
¡Son las únicas manos que tienen corazón!
(Rosal de rosas blancas de tersuras eternas:
aprended de blancuras en las manos maternas).
Yo que llevo en el alma las dudas escondidas,
cuando tengo las alas de la ilusión caídas,
¡Las manos maternales aquí en mi pecho son
como dos alas quietas sobre mi corazón!
¡Las manos de mi madre saben borrar tristezas!
¡Las manos de mi madre perfuman con terneza!