Gente de Letras. Nicanor Parra

 

 

El pasado martes 23 a la edad de 103 años falleció Nicanor Parra en su casa en un elegante barrio de Santiago, donde de inmediato fue objeto de sentidos homenajes. De forma discreta, el miércoles 24,  un cortejo fúnebre trasladó el cadáver a media mañana desde el barrio de La Reina hasta la Catedral Metropolitana, donde podía escucharse la música de Violeta Parra, uno de los requisitos que había pedido Nicanor.

A la catedral acudieron  desde la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, Sebastián Piñera, mandatario electo que asumirá las riendas del país el próximo 11 de marzo, acudió igualmente a la catedral situada en la Plaza de Armas que hace poco fue escenario de la visita del papa Francisco.

Muchas otras personalidades y miles de ciudadanos acudieron el miércoles 24 a la Catedral Metropolitana para rendir tributo a Nicanor Parra.

El creador de la antipoesía, y también famoso por sus frases cortantes, falleció a los 103 años de edad. Soy ateo, gracias a Dios, era uno de los comentarios provocadores de Parra, el mayor de los hermanos de una familia pródiga en talentos artísticos y que se dio el lujo de contar también con Violeta Parra y su hijo Ángel, entre otros.

Isabel Parra, sobrina de Nicanor, hija de Violeta, tuvo que enfrentarse a autoridades que no querían las canciones que había pedido el poeta, hasta que finalmente la magia de la emblemática Gracias a la vida se dejó escuchar en la catedral.

Nicanor Parra era físico matemático, hombre de elevada cultura. Tuvo seis hijos, tres de su relación con Anita Troncoso; uno con Rosa Muñoz y sus dos últimos con Nury Tuca.

Quedó varias veces a las puertas del Nobel, que no alcanzó. Logró en 1991 el Juan Rulfo de Literatura de México. Luego en 2001 el Premio Sofía de Poesía Iberoamericana y una década más tarde el Miguel de Cervantes, cuando ya tenía 97 años de edad.

Fue enterrado en una ceremonia privada, el jueves 25 en Las Cruces, el pueblo donde vivió en los últimos años,

Esta nota la preparé un día antes de salir a mi pueblo en Jalisco. Al caminar por mi pueblo, me acordé de estos versos de Nicanor que a continuación pueden leer…….

HAY UN DÍA FELIZ

A recorrer me dediqué esta tarde
Las solitarias calles de mi aldea
Acompañado por el buen crepúsculo
Que es el único amigo que me queda.
Todo está como entonces, el otoño
Y su difusa lámpara de niebla,
Sólo que el tiempo lo ha invadido todo
Con su pálido manto de tristeza.
Nunca pensé, creédmelo, un instante
Volver a ver esta querida tierra,
Pero ahora que he vuelto no comprendo
Cómo pude alejarme de su puerta.
Nada ha cambiado, ni sus casas blancas
Ni sus viejos portones de madera.
Todo está en su lugar; las golondrinas
En la torre más alta de la iglesia;
El caracol en el jardín, y el musgo
En las húmedas manos de las piedras.
No se puede dudar, éste es el reino
Del cielo azul y de las hojas secas
En donde todo y cada cosa tiene
Su singular y plácida leyenda:
Hasta en la propia sombra reconozco
La mirada celeste de mi abuela.
Estos fueron los hechos memorables
Que presenció mi juventud primera,
El correo en la esquina de la plaza
Y la humedad en las murallas viejas.
¡Buena cosa, Dios mío!; nunca sabe
Uno apreciar la dicha verdadera,
Cuando la imaginamos más lejana
Es justamente cuando está más cerca.
Ay de mí, ¡ay de mí!, algo me dice
Que la vida no es más que una quimera;
Una ilusión, un sueño sin orillas,
Una pequeña nube pasajera.
Vamos por partes, no sé bien qué digo,
La emoción se me sube a la cabeza.
Como ya era la hora del silencio
Cuando emprendí mi singular empresa,
Una tras otra, en oleaje mudo,
Al establo volvían las ovejas.
Las saludé personalmente a todas
Y cuando estuve frente a la arboleda
Que alimenta el oído del viajero
Con su inefable música secreta
Recordé el mar y enumeré las hojas
En homenaje a mis hermanas muertas.
Perfectamente bien. Seguí mi viaje
Como quien de la vida nada espera.
Pasé frente a la rueda del molino,
Me detuve delante de una tienda:
El olor del café siempre es el mismo,
Siempre la misma luna en mi cabeza;
Entre el río de entonces y el de ahora
No distingo ninguna diferencia.
Lo reconozco bien, éste es el árbol
Que mi padre plantó frente a la puerta
(Ilustre padre que en sus buenos tiempos
Fuera mejor que una ventana abierta).
Yo me atrevo a afirmar que su conducta
Era un trasunto fiel de la Edad Media
Cuando el perro dormía dulcemente
Bajo el ángulo recto de una estrella.
A estas alturas siento que me envuelve
El delicado olor de las violetas
Que mi amorosa madre cultivaba
Para curar la tos y la tristeza.
Cuánto tiempo ha pasado desde entonces
No podría decirlo con certeza;
Todo está igual, seguramente,
El vino y el ruiseñor encima de la mesa,
Mis hermanos menores a esta hora
Deben venir de vuelta de la escuela:
¡Sólo que el tiempo lo ha borrado todo
Como una blanca tempestad de arena!
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Acerca de licvidriera

Leo, medito, escribo, vivo y escribo en la eternidad
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