«Mujer que sabe latín
ni encuentra marido ni tiene buen fin»
Nomás porque acaba de pasar el día de la Mujer vengo con este dicho machista que revela mucho de la lucha que han tenido que librar las mujeres para tener algunas prerrogativas que se creen reservadas para los hombres… El latín fue durante siglos el idioma de la ciencia y el saber… Saber latín era sinónimo de culto, si no de sabio. Pero la ciencia y la sabiduría no eran cosa para las mujeres; la casa con sus quehaceres era para las mujeres, no los libros y la sabiduría. Si alguna mujer se atrevía a seguir el camino del estudio, las letras o la ciencia, como que no era muy aceptada en la sociedad. Pocos hombres había entonces, (tal vez todavía siga el prejuicio) que quisieran casarse con una escritora o una científica…. por eso se les auguraba a las que sabían latín que ni pensaran en casarse y que se prepararan para una vejez de soledad, sino de locura… no un buen fin…. y todo por saber latín…. Con todo y esos riesgos hubo muchas mujeres sobresalientes que sabían latín…..Por su atrevimiento y sabiduría, Mis respetos
Una escritora mexicana escribió un libro precisamente con ese dicho por título. Aquí un poco sobre Rosario Castellanos.
Nació en la ciudad de México, en 1925, pero pasó su infancia y juventud en Comitán, Chiapas, de donde procedía su familia. Luego regresó a la ciudad de México. Ilustre narradora, pero como poetisa es considerada como la más importante del siglo XX en su país.
Rosario Castellanos cursó estudios de letras Universidad Nacional Autónoma de México; en Madrid complementaría su formación con cursos de estética y estilística.
Trabajó en el Instituto Indigenista Nacional en Chiapas y en Ciudad de México, preocupándose de las condiciones de vida de los indígenas y de las mujeres en su país. Desde 1961 fue profesora filosofía y literatura, primero en la Universidad Autónoma de México, después en la Universidad Iberoamericana y en las universidades de Wisconsin, Colorado e Indiana. En 1971 fue nombrada embajadora en Israel, donde falleció en 1974, a causa de una descarga eléctrica en un desafortunado accidente doméstico.
Rosario Castellano tuvo una absoluta sinceridad para poner de manifiesto su vida interior, la inadaptación del espíritu femenino en un mundo dominado por los hombres, la experiencia del psicoanálisis y una melancolía meditabunda constituyen algunos elementos definitorios de su obra. Su poesía, en la que destacan los volúmenes Trayectoria del polvo (1948) y Lívida luz (1960), revela las preocupaciones derivadas de la condición femenina. Hay en sus poemas un aliento de amor mal correspondido, el mismo que domina el epistolario Cartas a Ricardo, aparecido póstumamente. Su poesía completa fue reunida bajo el título de Poesía no eres tú (1972).
Su narrativa tiene elementos de la novela costumbrista. Las novelas Balún Canán (1957) y Oficio de tinieblas (1962) recrean con precisión la atmósfera social, tan mágica como religiosa, de Chiapas.
Rosario Castellanos escribió también volúmenes de cuentos. Muchos con la misma temática social chiapaneca. Ciudad Real (1960), Los convidados de agosto (1964) y Álbum de familia (1971). Estas piezas revelan también en una dimensión social, la conciencia del mestizaje, y en una dimensión personal, la sensación de desamparo que surge tras la pérdida del amor.
Sus ensayos fueron reunidos en la antología Mujer que sabe latín (1974), título inspirado en el refrán sexista: “mujer que sabe latín, ni encuentra marido ni tiene buen fin”, que puede considerarse representativa de su vida, su obra y su visión de la realidad.
Rosario Castellanos dedicó una gran parte de su obra y de sus energías a la defensa de los derechos de las mujeres, labor por la que es recordada como uno de los símbolos del feminismo latinoamericano.
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