Todavía podrás encontrar libros de historia, de etnología y de antropología, que al tratar de la antigüedad de la especie humana, digan que los restos humanos más antiguos que existen datan del periodo plioceno, es decir, de fines de la época terciaria, cuando aún no habían aparecido sobre la tierra muchos de los animales que hoy existen. Y citan para confirmar tal afirmación el hallazgo de un cráneo humano en el terreno plioceno del condado de Calaveras en California.
Pocas personas de las que leen las citadas obras sabrán que el famoso cráneo de Calaveras es una de las mayores mentiras científicas del pagado siglo, fruto de una broma de gente buscando en qué divertirse.
Aquí te comparto la historia de esta gran mentira tal como la contó el que la descubrió, un pastor protestante llamado Mr. Dyer:
“Hace más de 25 años, (eran los fines del siglo XIX) los alrededores de la ciudad de Los Ángeles, en el condado de Calaveras, (En realidad el condado de Calaveras está muy al norte de Los Ángeles) estaban convertidos en un inmenso campamento de mineros dedicados a la busca del oro, gente alegre que dedicaba sus ratos de ocio, tan pronto a reñir como a divertirse unos a costa de otros. Entre estos mineros habla un herrero, llamado Matson, a quien los otros hicieron objeto de una porción de burlas. Uno de los que la tomaron con el pobre herrero, era un boticario llamado Juan C. Scribner.
Este individuo tuvo un día el capricho de llegarse a un cementerio indio situado no lejos de allí, coger un cráneo y bajar con él a la mina de Matson, enterrarlo en el fondo, (a unos 39 metros, 130 pies) de modo que el pico del herrero tropezase con él fácilmente. Así sucedió, en efecto; algunas horas después, Matson bajó a la mina, hundió el pico en la tierra y lo primero que sacó fue la calavera. El herrero era un hombre inteligente, con bastantes conocimientos, y al encontrar un cráneo humano a aquella profundidad no pudo menos de quedar admirado. Era indudable que el cráneo no había crecido allí ni había podido caer en sitio tan escondido.
Reconociendo el valor probable que aquel cráneo podía tener para la ciencia, Matson lo recogió para enseñárselo a un amigo del boticario; este último lo vio también, pero guardó el secreto de su broma, y el hallazgo del cráneo fue la novedad del día entre todos los mineros. Matson vendió la calavera, que después de pasar por distintas manos fue adquirida por el doctor Whitney, geólogo encargado de una misión oficial en aquella parte de California. Como todo el mundo, el sabio creyó de buena fe que la reliquia había sido encontrada en el fondo de la mina, y después de investigar la naturaleza del terreno, proclamó el hallazgo de un cráneo humano del periodo plioceno.
El hallazgo, propalado por tan alta autoridad científica, se extendió pronto por todos los libros de la ciencia. Un literato, Bret Harte, fue el primero en sospechar la realidad de la cosa, indicando en una poesía humorística, que el famoso cráneo podía ser muy bien el de un indio; pero los sabios de todo el mundo persistían en asegurar que el resto humano más antiguo que se conocía era el de este ser del periodo plioceno. Entre tanto, la Institución Smithsoniana envió una expedición para recoger muestras de tierra en los alrededores de Los Ángeles y estudiar detenidamente el cráneo. Dentro de éste se encontró un poco de tierra que fue analizada; pero nadie sabe cuál fue el resultado del análisis; probablemente, los encargados de hacerlo encontraron tan estupendo el hecho de que hubiera un poco de tierra reciente entre las capas pliocenas, que no se atrevieron a publicarlo.
A todo esto, los amigos del boticario Scribner, sabían ya la verdad del hecho, pero alejados todos ellos del mundo científico, no creían que la broma hubiese tenido tan transcendentales resultados, y no le daban importancia alguna. Mr. Dier oyó contar la historia al mismo Scribner, y se la refirió a un periodista de Los Ángeles. El desencanto producido por la revelación del pastor protestante, fue tan grande, que a no haber sido aquélla apoyada por testigos presenciales de la broma, los hombres de ciencia se hubieran resistido a negar la autenticidad del célebre cráneo.
El condado de Calaveras es uno de los originales condados creados inmediatamente después de que fue creado el Estado de California en 1850. El nombre de calaveras fue dado por el Río Calaveras al que le puso nombre el Capitán español Gabriel Moraga en1806, por haber encontrado gran cantidad de calaveras, al parecer de nativos californianos muertos en una epidemia o en una batalla entre ellos. Tal vez una calavera de esas usó el travieso de la historia.
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