La vida toda de don Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez Villegas (1580-1645), mejor conocido solo como Francisco de Quevedo, es una vida llena de anécdotas.
Confiado en su astucia y poder de convencimiento se metía en cada situación embarazosa…y aunque de casi todas salió airoso, algunas veces sufrió destierro y piso cárceles.
Recordarán ustedes que, siendo la reina un poco coja, alguien le apostó a Quevedo a que no se animaba a decirle coja… Quevedo aceptó al apuesta y en una reunión de cortesanos, se acercó Quevedo a la reina, poniéndose una mano en al espalda hizo una profunda reverencia y luego presentó a la reina dos flores, una en cada mano e inocentemente le dice a la reina: «Entre el clavel y la rosa, su majestad es-coja»
Tenía Quevedo un debate con el rey Felipe IV de España. El rey sostenía que cualquier ofensa quedaba borrada con una disculpa. Por su parte el escritor alegaba que una disculpa deshonesta o mal dada puede resultar peor que la ofensa o el hecho por el que se pedía perdón.
Como no lograban convencerse uno al otro, el rey retó a Quevedo a ofenderlo y a disculparse de tal forma que la disculpa fuera peor que el agravio… Quevedo pensó un poco, muy poco, porque en cuanto le dio la espalda el Rey y se metió entre los cortesanos, Quevedo lo siguió y le puso las manos en las nalgas… El rey más sorprendido que enojado volteó a ver quien se había atrevido a semejante desacato, pero luego escuchó la disculpa de Quevedo que con humildad le decía: «Perdón, Señor, usted disculpe, pensé que era la reina» jajjajaj ¿Quién ganó?